Coincidiendo con los últimos desfiles para el verano del 2016, de Londres a París pasando por Milán, podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que la androginia y la moda unisex de la que Jean Paul Gaultier fue precursor, allá por 1984, cuando hizo desfilar a los hombres en falda, ha sabido calar hondo en el corazón de los diseñadores.
La confusión de géneros ha quedado más que patente en muchos de los desfiles, empezando por Gucci desde que Alessandro Michele sustituyó de la noche a la mañana a Frida Giannini.
Camisas con cuellos de encaje y grandes lazadas, telas con estampados florales de vivos colores, bordados, pantalones de talle bajo y bolsos de mano: así es el hombre neo dandy de Gucci que no duda en adoptar con audacia prendas que parecen robadas del guardarropa femenino, y que sólo el tiempo y las ventas podrán dar la razón o no a esta fuerte apuesta que lo más probable es que no guste a todo el mundo.
Desde hace algunos años, se invita al hombre a asumir sin complejos su lado femenino, que debería manifestarse mediante una mayor sensibilidad, pero no se yo si el encaje que tanto transparenta y sugiere no intimide en exceso al llamado sexo fuerte de la moda.
Siempre he oído decir a los hombres que no hay nada más sexy que una mujer luciendo una camisa masculina. Resulta curioso que esa faceta andrógina en las mujeres se traduzca en sensualidad en estado puro, y que nos esté permitido hacer incursiones en los guardarropas masculinos y que, sin embargo, esta nueva tendencia a la que se ha empezado a llamar "uoma" no acabe de convencer.
En la actualidad, la mayoría de los hombres investigan, estudian, conocen y combinan a la perfección todo lo que se ponen. Son los auténticos dandy, los gentlemen de hoy.
En el mundo real, y en el street style todavía no se ve esa moda masculina codificada en clave femenina que hemos visto en los desfiles. Entre otras cosas porque mientras existan los accesorios, pocos serán los que se animen a pagar los precios desorbitados de marcas de lujo como Gucci.
Siempre se ha dicho que los desfiles son un show, y que luego en las tiendas las marcas vendían prendas mucho más ponibles que las que presentaban en las pasarelas. Una diferencia que se nota incluso en las campañas publicitarias que resultan mucho menos explícitas.
Os confieso que echo de menos esa época en la que la moda era arte en estado puro, y en la que los diseñadores eran grandes maestros que nos explicaban cómo vestir para estar bien en toda ocasión, y no se a qué carta quedarme con esta moda que da tanto que pensar. ¡Llamádme antigua si queréis!
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